jueves, 18 de febrero de 2010

Inocencio Arias: «Yo pensaba que todos los diplomáticos eran unos enverados y unos mamones»

El diplomático (Albox, Almería, 1940) lleva 42 años trabajando para gobiernos de todos los colores, porque es «leal a quien sea, sin escurrir el bulto». Por eso contesta el teléfono cuando suene, no importa la hora. El martes pasó por ABC para presentar el libro La trastienda de la diplomacia con la periodista Eva Celada. Desde 1967 ha sido destinado a Bolivia, Argelia –aunque lo normal es no estar en dos países del tercer mundo consecutivos– y Portugal. En Madrid, donde trabajó 19 años, ha sido director de la Oficina de Información Diplomática, portavoz de Exteriores, secretario de estado de Cooperación Internacional y subsecretario del Ministerio. En julio de 1997 comenzó como embajador español ante la ONU y entre 2003 y 2004 llegó a participar en el Consejo de Seguridad.
Feliz en Los Ángeles, donde es cónsul general, Chencho habla de la suerte que tuvo de estar en el lugar y tiempo adecuados. Cansado de la notaría, entró de «currito» en el gobierno de Adolfo Suárez. Las maletas de un periodista durante un viaje del gobierno a Cuba (todos se sorprendieron de ver a un diplomático correr por la pista de aterrizaje por buscar las maletas) hizo que Jaime Mayor Oreja exigiera su presencia en todos los viajes, que hasta ahora han sido 132. 

Un mal momento fue la defensa de la guerra de Irak en la ONU. Arias estaba convencido de que había armas, mientras sus hijas iban a manifestaciones contrarias. Aunque no hacía falta, algunos líderes le alertaban de que la militar no era una solución. «Señor Powell, según mis cálculos las cuentas no salen porque mis primos no se montan» fue su respuesta en una reunión con Estados Unidos y Gran Bretaña. El ex-notario la defendió porque así lo quería su gobierno, y porque la otra opción era dimitir. Dice que Irak no era más ilegal que Kosovo, por ejemplo, pero sí mucho más impopular y menos exitosa. El 31 de julio de 2003 le preguntaron qué pasaba si no aparecían. Su respuesta, «si no aparecen, todo se pondrá en tela de juicio», le costó un mes de vacaciones y un nuevo destino en Nueva York.

Con el mismo tono que con Irak, para el Olympique de Lyon-Real Madrid (equipo del que fue director general con Ramón Mendoza) firmaba un 3-3. Le decepcionaría no haber tenido un bolígrafo a mano.

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