viernes, 20 de noviembre de 2009

El Congreso se queda en el medio

En la mitad ha quedado la propuesta del Congreso para que el alcohol y las drogas sean agravante y no atenuante en los casos de violencia de género. No será ninguna de las dos, sino que el juez decidirá si tuvieron algo que ver en la comisión del delito. Lo curioso sería seguir permitiendo que cualquier persona utilice su escasa fuerza de voluntad como excusa para atacar a otra.


Aún no se ha visto el caso de una bebida o unos polvitos que cojan un cuchillo para clavárselo a una persona. Bien pensado, podrían inmolarse y acabar con el enemigo a través del hígado o la sangre. Pero no, es el hombre, o mujer (aunque es el animal el que actúa por instinto) el que insulta, pega o asesina a otro. Hay que tener muy poca dignidad para encima hacer creer a alguien –el juez, en este caso– de que fueron las drogas o el alcohol los que le obligaron a atacar al otro y hacer que su merecida condena no lo sea tanto.

Claro, tampoco se ha visto el de que droga y alcohol se apoyen en el hombro del sujeto y le animen a actuar, a atacar y a acabar también con la dignidad de quien un día confió en él. Lástima que, momentos después, vuelva a hacerlo como si nada. Por tanto, sería igual de malo tomar estas sustancias “demoníacas” como agravante. Sí que derribarán las posibles oposiciones que la cordura pueda plantear al atacante, pero ése será su único mérito.

El culpable no es el alcohol, ni la droga; es el que maltrata. Que dejen de preocuparse sobre lo que se tomó para hacerlo, o para no hacerlo, o para pensar en lo bella que es la amistad y olvidarse de lo mala que es la vida. Y que se ocupen de buscar la forma de que nadie más vuelva a hacerlo, ni sobrio ni borracho.

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