jueves, 8 de abril de 2010

Inmersión en distintas creencias


Caras amables, sonrisas y buenas palabras al entrar. En el fondo, una orquesta toca, canta y prepara el repertorio para la sesión. Ahora toca algo sobre Jesús, el sol y la vida. Cogemos asiento al principio, pero esos sitios están reservados a los bautizantes. El pastor saluda y da la bienvenida a las caras desconocidas. Aunque su acento latino no lo hace presumir, dice venir de Granada. Comienza el bautizo.

El local es grande, un gran salón en un primer piso a las afueras de Vitoria-Gasteiz. Nada hace pensar qué hace allí toda esa gente. Durante la celebración llegará a haber unas 150 personas. Predominan los latinoamericanos, pero también hay autóctonos. Los niños deciden sentarse al principio, en el suelo. Para empezar, música. Porque en los ritos evangélicos prevalece la música y la pasión de los congregantes. Una decena de chicas ataviadas con blusas blancas acompaña con panderetas y rítmicos movimientos de sus extremidades a la orquesta en directo, que toca desde la tarima. Un asistente levanta la mano cada vez que lo pide su pastor, salta, grita y reparte amenes a lo largo de todo el rito. Una de las canciones recuerda al baile griego, con las chicas bailando en corro y moviendo los brazos arriba y abajo. Los niños que habían decidido sentarse deciden ahora bailar también; nadie se lo impide.

Tras varias canciones que mantienen en pie a los asistentes, comienza el sermón, que no se parece tanto al católico, pero hace pensar en la hora de la siesta, ya pasada. La parte interesante está en un líder de Hamás, al que él conoció como Miguel, que estuvo en la ciudad. Cargaba con cientos de asesinatos a sus espaldas y estaba formando nuevos mártires, pero «la llamada» lo sacó de allí. Más música y comienza el punto fuerte de la tarde.

Detrás de chicas, pastor y orquesta se encuentra la zona donde se concentraba la atención del día. Se trata de una especie de jacuzzi, una bañera gigante donde más que bautizarse, lo que se hace es sumergir a los nuevos practicantes –hasta el propio pastor bromeará con el tiempo que debería pasar alguno bajo el agua–. A los lados, dos puertas comunican esa zona con el salón; una por género. Dentro de la bañera gigante ya están el pastor y un ayudante, que alternarán las palabras dedicadas a cada converso. Todos los bautizantes deben ir de blanco en el momento del baño, no importa la antigüedad ni la calidad de la ropa. La cascada que se proyecta sobre la pared encima del lugar de bautizo no moja a creyentes apasionados ni a ateos escépticos.

Los nuevos conversos pasan uno a uno por la bañera. Algunos ríen ante las bromas del pastor, otros saludan al aparecer cual fugaz estrella de concurso televisivo de escaso éxito. Cuando termina, el director de la celebración debe pedir unos minutos más de atención ante la pretendida escapada de los asistentes. Sólo unos minutos y hasta la próxima celebración.

1 comentario:

Rafael Díaz Arias dijo...

Hubiera sido un buen tema para un vídeo reportaje.

En Youtube